julio 07, 2010

Noticia: La gente mejor que la clase política

La gente es mejor que la clase politica
Mauricio Merino
El Universal, 7 julio 2010.

Lo mejor de la jornada electoral del domingo volvió a ser la gente común y corriente. La misma que ha deplorado la calidad de la democracia y que ha visto con desencanto la pluralidad partidaria volvió, sin embargo, a dar un ejemplo notable de sus ganas de consolidar ese régimen, de darle viabilidad y de llamar al orden a los malos gobiernos y a las peores candidaturas. Las elecciones del 2010 han demostrado, una vez más, que la gente de este país es mucho mejor que su clase política.

Fue conmovedor que, a pesar de las amenazas de violencia y de las truculencias de toda índole que ocurrieron antes de la jornada electoral del domingo pasado, casi todas las casillas electorales hayan sido instaladas desde las primeras horas de la mañana. Mientras los partidos urdían las últimas estrategias para vencer a sus adversarios y los candidatos preparaban caras y discursos para aparecer en la foto, miles de ciudadanos salían con sus materiales a cuestas para instalar las mesas directivas a tiempo, para velar por la transparencia de la jornada, para vigilar las boletas, para contar votos y para darle validez a esta nueva oportunidad de refrendar las prácticas democráticas que nos hemos dado. La gran mayoría de los ciudadanos pasó por encima de los violentos, de los tramposos y de sus cómplices, a pesar de todo.

Apenas el día anterior, me parecía imposible que esa hazaña volviera a ocurrir. Lo dudaba, porque el diseño electoral mexicano es tan complejo como arriesgado, pues su éxito depende casi por completo de una muy fragmentada participación ciudadana. La gente que instala las casillas es seleccionada por azar entre los padrones electorales, es invitada a participar casa por casa a través de jóvenes contratados temporalmente por los institutos electorales, y es capacitada aprisa y más o menos sobre la marcha. No es raro, además, que los partidos boicoteen ese proceso “pirateando” como sus representantes a las personas que ya fueron capacitadas por los órganos electorales: doble gandalla, pues además de la calidad se ahorran el esfuerzo de capacitar a los suyos. Así pues, que las casillas se instalen de manera adecuada depende casi por completo de la conciencia, de la valentía y del esfuerzo de esas decenas de miles de ciudadanos. Y el domingo pasado la gran mayoría estuvo allí, desafió todo lo que obraba en contra de esa probabilidad democrática y consiguió darle un nuevo respiro al país. ¿Cómo no rendirles un homenaje de gratitud?

Por otra parte, los electores también emitieron mensajes clarísimos (que, para no variar, a duras penas se están decodificando por nuestra clase política). A pesar de todos los pronósticos en contrario, de los dineros gastados a manos llenas, de las prácticas populistas y clientelares, de los chantajes y de todas las malas artes empleadas, la mayoría de la gente castigó a los gobiernos impresentables de Oaxaca y de Puebla, y envió mensajes análogos a las divisiones absurdas de las izquierdas de Zacatecas y a los abusos de las derechas de Aguascalientes. En Sinaloa y en Tlaxcala completó el intercambio. A partir de hoy vendrán todavía los conteos finales, las impugnaciones y los resultados definitivos. Pero ya es claro que la gente votó en contra de los malos gobiernos y de los candidatos impuestos a fuerza. Más que votar a favor de ésta o aquella propuesta (¿cuáles, si los partidos que algún día fueron de oposición se confundieron en medio de abrazos?), la mayoría de los electores votó castigando.

El domingo, la gente emitió otros mensajes que a nuestra clase política le costará trabajo escuchar: el PRI ganó la mayor parte de los comicios, pero no pudo remontar en las entidades donde ha cometido y tolerado toda clase de despropósitos. El PRD perdió donde se dividió más y solamente ganó —incluyendo la excepción de Oaxaca—, donde tomó prestados candidatos del PRI. Y el PAN perdió todo, con excepción de las entidades donde se ayuntó con la izquierda y arrebató candidatos venidos de otras banderas. Dirán lo que quieran, pero no fueron las alianzas las que catapultaron a los candidatos que ganaron sus elecciones, sino éstos quienes, tras plantarle cara al partido del que salieron, le obsequiaron a las oposiciones del PRI triunfos que les vinieron como balones de oxígeno. Un castigo a los abusos del PRI.

Habrá tiempo largo para analizar el resto de la jornada y los resultados finales. Pero de momento yo celebro que tengamos, por fin, una buena noticia: el domingo hubo elecciones, las hubo de veras, la gente creyó en ellas y, una vez más, castigó al poder con talento.

Profesor investigador del CIDE

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